lunes, 24 de noviembre de 2008

El confuso mensaje del G-20

Mauricio Ríos García

El pasado sábado 15 de noviembre se reunió el grupo de países que posee y controla el 85 por ciento del Producto Interno Bruto del planeta, a raíz de la crisis financiera global, con la clara intención de “refundar el capitalismo”.

Los resultados de la reunión en Washington se dieron luego de algunas inclinaciones a favor de una economía de orden natural y espontáneo, que funcionara con más eficacia cuanto menos interviniese el Estado y permitiera que sea el propio mercado el que se acomode a las exigencias y necesidades de quienes participan en él; pero otras –la mayoría- formaron una corriente a favor de una economía con mayor regulación, una economía planificada en la cual el Estado tiene un protagonismo que controla y sanciona.

Encuentros como éste no se dan muy seguido y, por tanto, no pueden darse el lujo de discutir demasiado esta clase de problemas, sobre quién tiene la culpa y las consecuencias para los más pobres. Este encuentro parece haber entendido ese primer paso y ha producido rápidamente un documento con resultados importantes, empero, con algunos puntos imprecisos que denotan desacuerdo.

Resultados

El G-20 parece haber entendido que esta crisis no es como la que se vivió con la Gran Depresión de 1929, en la cual “solamente la intervención del gobierno logró recuperar a la economía americana”, como los oportunistas de la planificación tanto insisten en anotar. Esta vez de trató de un acuerdo sobre la confianza en el libre mercado, en la globalización y la apertura de fronteras al movimiento de mercancías y capitales, y en un sistema financiero con una regulación que no impida el dinamismo y la innovación necesaria para el crecimiento y la reducción de pobreza.

Dada ésta declaración de principios, la reunión se concentró en determinar las causas de la crisis, encontrando errores en las políticas de gestión de riesgo de las entidades financieras, en la complejidad y poca claridad de los nuevos instrumentos financieros y en la mala gestión de políticos, reguladores y supervisores, que fueron incapaces de seguir el ritmo de la innovación financiera.

Desacuerdos

Varios de los protagonistas asistieron al encuentro con la exagerada esperanza de participar en una segunda versión de Bretton Woods, donde se fundaron el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, aunque replanteando algunas de las falencias que no daban cabida a las economías emergentes, pero también arriesgando las virtudes del actual sistema financiero, al haber posibilitado el avance de gigantes como Microsoft, Intel o Google.

Ése es el viejo problema: todo el mundo está de acuerdo en la reformulación del papel que juegan algunos organismos internacionales, pero difícil ya le fue al Bretton Woods de 1944 empezar a planificar la economía mundial solamente entre Estados Unidos y Gran Bretaña; por tanto, ¿no será más complicado hacerlo con 18 representantes que quieren crear un banco central de bancos centrales, con una economía mucho más dinámica, competitiva y espontánea? De hecho ya plantean refundar un capitalismo que solamente Tomás Moro entendería, un nuevo mundo sin novedades, sin un nuevo concepto de sistema financiero.

Política y economía

Es verdad que esta reunión significa un avance importante para generar expectativas positivas y confianza en la interpretación de lo que sucede con la crisis, pero lo que cabe anotar es que a la cumbre asistieron los políticos que buscan la oportunidad de mostrar el poder que tienen para influir en el mundo; no por nada se habló de una “mayor coordinación fiscal”.

A esta clase de políticos le encanta la construcción teórica keynesiana de la intervención del Estado en la economía, porque además de permitirles aparecer como los enviados que traerán la paz y la solución de todas las desgracias del mundo les resulta la mejor forma de concentrar el poder, mediante el control de un gasto que termina siendo excesivo y por el que tienen que responder los próximos gobiernos. Y en esta cumbre lo más conveniente fue apuntar a todo aquel sistema que no permita la concentración de poder; sin embargo, lo que todo el mundo pierde de vista es que si los malos políticos están hoy reunidos no sólo es porque nunca perdieron el poder, sino porque toda crisis es momento para buscar más poder.

Todo el mundo contento

Para lograr este cometido, sin embargo, tienen que decir lo que todo el mundo quiere escuchar. Los que no están de acuerdo con el abuso del poder, mediante la excesiva intervención del Estado en la economía, consiguieron manifestarse en la declaración de principios a favor de cualquier nueva regulación que no impida la innovación; los que quieren enfermarse con mayor poder consiguieron hablar de mayor control del sistema financiero y de la economía mundial.

La economía financiera -mucho menos el orden económico mundial- no cambiará porque un papel firmado por 20 ó 199 mandatarios de Estado así lo diga, sino por la capacidad y disposición que la gente tenga para reducir el impacto de las malas decisiones de los malos políticos y el tamaño del botín político que persiguen, pero, sobre todas las cosas, para aceptar nuevos cambios, de manifestar la necesidad de desenvolverse en libertad ante nuevos paradigmas.

Como siempre, dijeron todo y no dijeron nada, pero lo que está claro es que no hay nada claro, que hay que aceptar las virtudes del libre mercado, la apertura de los mercados de capitales y la globalización, pero siempre que haya espacio para su control y planificación, lo que quiere decir que el G-20 produjo el consenso de algo así como una “globalización planificada” y, para colmo, en la próxima reunión del 31 de marzo en Londres seguramente se pondrán de acuerdo en un nuevo orden económico mundial que emule “la mano invisible del Leviatán” para los próximos cincuenta o cien años.

Así está el mundo, perdiendo de vista los errores del pasado que diseñaron el presente, y desafiando la oportunidad que los individuos tienen para construir su propio futuro.

Publicado en Semanario PULSO
http://www.pulsobolivia.com/index.php?option=com_content&task=view&id=2095&Itemid=91

jueves, 13 de noviembre de 2008

Entre la mano invisible y la mano peluda

Mauricio Ríos García

“Todos los planes difieren, pero los planificadores son todos iguales” decía Frederic Bastiat (1801–1850), hace más de 150 años. Hoy, con la Cumbre de Washington donde se reúne el Grupo de los 20 que controla más del 85% del PIB mundial, y bajo la influencia de personas como Jospeh E. Stiglitz, se busca la mejor oportunidad para “refundar” el capitalismo con un nuevo tratado que provoque una mayor planificación de la economía mundial, pues así parecemos estar en un escenario similar al de los primeros 22 días de julio de 1944, en Bretton Woods.

La última vez que el sistema financiero internacional cambió de estructura, fue a raíz de la creación del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional en 1946, donde se establecieron las reglas de equilibrio comercial y financiero entre 44 naciones, entre ellas los países más industrializados del mundo. Se reunieron gracias al precursor de la llamada Carta del Atlántico, un acuerdo suscrito por Franklin Roosevelt y Winston Churchill, donde juzgaban oportuno hacer conocer algunos principios sobre los cuales fundaban sus esperanzas en un mejor futuro para el mundo, siendo comunes a la política nacional de sus respectivos países. Así rezaba uno de los ocho puntos: “5. Deseamos realizar entre todas las naciones, la colaboración más completa, en el dominio de la economía, con el fin de asegurar a todos las mejoras de las condiciones de trabajo, el progreso económico y la protección social”.

Durante los siguientes dos años, las mesas de negociaciones se inclinaron por la propuesta de John Maynard Keynes, bajo la cual se acordaría que cuando los países tuvieran déficits en su balanza de pagos, debían ser financiados a través de las reservas internacionales, o mediante préstamos que otorgaría el FMI, siempre y cuando se acordasen con éste una política de balanza comercial equilibrada, y en caso de incumplimiento, se pagaría intereses sobre la diferencia.

Este plan ha funcionado así hasta el día de hoy, cuando el FMI y el BM triplican sus presupuestos para países con elevados déficits, y que nuevamente demandan créditos que los salven de la crisis, dada la caía de los precios de los commodities. Evidentemente, algunos países podrían calcular que la solicitud del servicio de éstos organismos sería devastadora para el efecto discursivo de la campaña con la que coincide la crisis, así postergarían la solicitud anulando la autonomía de su banco central, para financiarla con emisión monetaria sin respaldo, agravando más la situación y obligando más tarde a llamar a la policía monetaria con créditos aún más rígidos.

Éste es el caso de círculo vicioso del intervencionismo que, por ejemplo, aún se vive en países latinoamericanos como México, Brasil y Argentina (hoy miembros del G-20), cuyos economistas no quieren advertir en política y cuyos políticos pretenden mitigar en economía, si acaso no son conscientes de su doble filo al momento de pensar en la creación de un nuevo tratado de Bretton Woods, y lo que sucede en realidad, es que ya que todo el mundo se farreó la extraordinaria posibilidad de cambiar el patrón del rentismo de los commodities, por el de una sociedad generadora de ganancia, por lo pronto, no podremos deshacernos de los organismos que nadie quiere, pero que paradójicamente ahora todos vuelven necesita como primer síntoma de la resaca.

No hay que olvidar que la creación del FMI y el BM se dio luego de dos años, y luego de una primera reunión, donde solamente se acordó un marco de referencia básico sobre el que se tomaría decisiones, así como la Carta del Atlántico entre Gran Bretaña y los Estados Unidos en 1941.

El mundo no es como en 1946, donde el viejo Bretton Woods era dominado solamente por dos potencias como EE.UU. y Gran Bretaña, hoy el mundo es mucho más grande, rápido y exigente, y ciertamente, el capitalismo no lo fundan y refundan los políticos, sino los individuos que toman decisiones libremente en su vida cotidiana, preservando el orden espontáneo del mercado, sin esperar la mano planificadora, burocrática, caótica y peluda de la jungla.

http://lostiempos.com/noticias/15-11-08/15_11_08_pv5.php

http://hoybolivia.com/Noticia.php?IdEdicion=192&IdSeccion=7&IdNoticia=7713