viernes, 12 de octubre de 2007

Los premios son para las soluciones reales

Por: Mauricio Ríos García

El tema sobre convertirse en sujeto de microcrédito y ser beneficiario o no de un bono directo, es parte de un viejo debate sobre el asistencialismo del Estado, en materia de políticas públicas. Un viejo debate en torno a si a la gente realiza mejores decisiones con caña de pescar o con pescados.

Los argumentos van de ida y vuelta. Unos manifiestan no estar de acuerdo con el pago del Bonosol, porque debe ser el Estado quien se encargue de la educación y salud de su población. Los otros aseguran que es la misma gente la que decide mejor sobre lo mismo. Pero, ¿cuál ha sido la experiencia en Bolivia con ambas posiciones?

Tener un Estado que decide por la gente y que, sobre todo, tiene plena disposición de los recursos económicos, ha ocasionado que en la década del 70, el aparato productivo se debilite con la minería, los hidrocarburos y el sobreendeudamiento hasta mediados de la siguiente década. Aquellos hechos, concluyeron en la adopción de la Nueva Política Económica, mediante el D.S. 21060. “Bolivia se nos muere”, dijo Víctor Paz Estensoro, al asumir su último mandato, alegando la necesidad de adoptar medidas prácticas y radicales inmediatas.

Además, si los recursos los gestiona el Estado, en realidad se convierten en botín para sus administradores, pero si aquellos recursos son distribuidos a la gente con menores oportunidades, en forma directa, se genera un impacto significativo.

Martín Sivak, en “El Dictador Elegido”, investigó entre los archivos de Marcelo Quiroga Santa Cruz y resumió algunos de muchos casos fraudulentos de la época, haciendo referencia a aquel botín. En el período 1971-78, YPFB habría dejado de percibir 83 millones de dólares, por vender gasolina al precio de petróleo crudo; La autopista La Paz - El Alto, que fue construida inicialmente, a un precio de 7 millones de dólares, al final subió hasta 34; Las irregularidades en el Banco Agrícola de Bolivia, realizó préstamos que ascendían a más de 19 billones de dólares y que nunca fueron reintegrados.

Para el caso contrario del Bonosol, existen por lo menos 6 estudios que demuestran su viabilidad. Uno de ellos concluye que el efecto ha sido favorable en términos de reducción de la pobreza, incluso más en los hogares de los sectores rurales, que en los urbanos y que, aunque todavía de pequeño impacto, el sector productivo se vio beneficiado al poder acumular capital, por el pago de este bono.

Lo curioso es que los motivos por los que Muhammad Yunus recibió el premio Nobel de la paz en 2006, fue por inclinarse hacia las soluciones que la gente consigue al administrar sus recursos. El profesor Yunus es fundador del Banco Grameen que proporciona microcréditos que “inventivan el desarrollo económico y social desde abajo”, beneficiando a tres millones y medio de personas, mujeres en su gran mayoría.

Hoy nuestro gobierno pretende retroceder a los años en que los administradores del Estado hacían de las suyas, porque el dinero brillaba frente a sus ojos. Además, si de pensar en el conjunto de las personas se trata, ¿por qué no tomar ejemplo del nuevo Nobel de la paz 2007, compartido por Al Gore y el Panel Intergubernamental en Cambio Climático? Lo recibieron por educar a la gente sobre los peligros que corre la humanidad con el Efecto Invernadero. Pero no me refiero a que Morales hubiese sido premiado por su incansable trabajo al apagar los incendios forestales, aunque que podía haber sido el único fundamento sólido para su nominación. Nadie premiaría a quien sospechosamente, pretende acaparar los recursos.

Resulta penoso que en Bolivia estemos lejos de recibir un premio Nobel, tal vez porque estamos lejos de dar solución real a los problemas de la gente. En detrimento del presupuesto prefectural no es la forma, pero no está mal defender el Bonosol, ya que resulta ser una solución real que premia a quienes lo invierten prudentemente.

http://lostiempos.com/noticias/18-10-07/18_10_07_pv1.php

miércoles, 3 de octubre de 2007

Llovió y ahora no hay cosecha

Por: Mauricio Ríos García

Varios autores, en varias ocasiones, hicieron observaciones y advirtieron sobre los riesgos que representa, priorizar el gasto y postergar la inversión, en tiempos de las famosas vacas gordas. Otros autores consideran que aún nos encontramos en tiempos de vacas flacas, a pesar de tener una balanza de pagos favorable, y no tener déficit fiscal, porque nuestra gente sigue siendo igualmente pobre que hace cincuenta años. Sin embargo, aunque coincido con esta segunda observación, es importante aceptar que ésta época de bonanza económica, parece llegar a su final, más rápido de lo que se pensaba. Veamos por qué.

Si bien la economía boliviana está fuertemente ligada al factor comercial con la China y la India, con la venta de productos primarios, también lo está con el factor financiero con los Estados Unidos y su actual crisis del crédito hipotecario. Más allá de que el maestro Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal del mismo país, asegurara la anterior semana, que los peligros de una recesión serán menores a los que se especula, aún así existe peligro y basta con observar la facilidad con que una persona común puede pagar la adquisición de un bien y casi cualquier servicio, con dólares americanos dentro del territorio boliviano, para saber que existe una estrecha relación.

Si efectivamente se da una recesión en los Estados Unidos, es decir, un período de crecimiento negativo del Producto Interno Bruto, habrá un reajuste en la demanda de aquel país, originando un fuerte golpe financiero en las economías de nuestros más importantes aliados económicos, como Brasil y Argentina y, por tanto, en la nuestra.

De hecho, desde fines de julio, el real brasilero ya comenzó a depreciarse.

Aunque respetable por su seriedad y compromiso, la posición de algunos autores de crear o no un Fondo de Estabilización, (como en Chile con el cobre), para disminuir estos impactos, quienes deberían de, por lo menos, acceder a estos espacios de reflexión, no los tomaron en cuenta. Entonces, en Bolivia, ¿pasa o no pasa nada? Y si pasa, ¿no será momento de encontrar un mecanismo efectivo para hacerse escuchar y manifestar las verdaderas preocupaciones de los expertos en la materia?

Pero, entre otras cosas, si no se mantuvo una política económica conservadora, manteniendo disciplina fiscal, velando por un tipo de cambio caro y estable, y una regulación bancaria preventiva, que no afecte la liquidez, entonces, el haber desaprovechado la bonanza económica, traerá una factura impagable: la eternización de la pobreza en Bolivia.

Después de las inundaciones del fenómeno climático del Niño, esta sería la segunda advertencia para que el gobierno en su conjunto, empiece a convertirse en sujeto de crédito, por lo menos para el 54% que lo eligió. Sería segunda señal para que el gobierno empiece a realizar inversiones efectivas, que solucionen los verdaderos problemas que Bolivia aún no es capaz de superar. Segunda oportunidad para que, por lo menos, se deje de gastar en mal llamadas nacionalizaciones, que no generan, siquiera, un puesto de trabajo.

El tiempo en que la bonanza económica no es tan evidente, se avecina antes y nosotros seguimos discutiendo sobre temas de capitalidad, de reelección y cosas aún más absurdas como el premio Nobel.

La gestión de gobierno en esta materia, ha sido sumamente mediocre y llena de simbolismos que no llenan el estómago de la gente. La fuerza de las circunstancias es real y, como alguien dijo oportunamente: “si la economía de los países grandes estornuda, el efecto en la economía de los países pequeños, es una pulmonía”.