lunes, 28 de septiembre de 2009

Para terminar con los excesos

Por: Mauricio Ríos García

En su reciente cumbre de Pittsburg, los jefes de Estado del G-20 han dado a conocer una de las conclusiones más preocupantes para encontrar una estrategia para lograr la recuperación, y que además pone en evidencia lo alejada que está la posibilidad de lograr aquel crecimiento sostenido que dicen buscar. Concluyeron que este organismo debe convertirse en el gran supervisor del funcionamiento económico mundial, implementando exigencias a los bancos para reforzar su capital y reducir los bonos que pagan a sus altos ejecutivos, apuntando al viejo argumento de la codicia y el capitalismo salvaje, "para terminar con las debilidades que generaron la crisis".

Muchos creen que el socialismo más consabido terminó hace veinte años, pero no hubo ningún rediseño institucional en el sector bancario. Estamos de acuerdo en una reforma radical del sistema y en que se eliminen los privilegios, pero no mediante el dictamen del Estado sobre el sueldo de los altos ejecutivos, sino del mercado.

Para explicar esta proposición, lo que primero que debe entenderse es que la génesis de la crisis es responsabilidad de los gobiernos y sus bancos centrales cuando redoblaron la masa monetaria para la expansión crediticia sin respaldo alguno del ahorro real, y que más tarde se tradujo en los errores masivos de inversión de los que el mercado se encargó de identificar y corregir en octubre de 2008.

La nomenclatura económica tradicional hace que la banca central tenga como principal tarea el controlar la inflación y la masa monetaria, sin embargo, también está obligada a rescatar aquellos bancos con problemas inyectando liquidez para que no se desmorone el sistema, haciendo que este "prestamista de última instancia" libere de responsabilidad a los bancos privados sobre el préstamo del dinero que no tienen. Es ese el tipo de excesos que debe terminar, el exceso de poder y su planificación e intervención que provoca más errores que soluciones, el exceso que no permite que la banca privada actúe como cualquier otro agente económico.

Si por ejemplo, la emisión de dinero en manos de firmas privadas cuyo negocio dependa de su éxito en mantener estable el dinero que emiten, y que deban regular la oferta de su dinero para que el público lo acepte en virtud de su estabilidad, los bonos de los altos ejecutivos estarían determinados por la competitividad y no por la voluntad del gobernante de turno -como pretende el G-20-, los ahorristas podrían acudir a la totalidad de su dinero cuando lo vieran conveniente, y los inversionistas buscarían negocios rentables con mayor precaución. Ésta es la idea que busca de la forma más fácil, eficaz y eficiente, mantener la estabilidad monetaria, evitando toda fluctuación industrial o período de depresión, en vez de buscar medidas desesperadas que la generen o la agraven.

Si la plaga de la intervención se expande con las viejas ideas del G-20, la magnitud de sus equivocaciones tendrá relación directa con la duración y profundización de las próximas recesiones.

http://www.eldeber.com.bo/2009/2009-10-02/vernotacolumnistas.php?id=091001230825

viernes, 28 de agosto de 2009

Hostil y perverso sistema inflacionista

Por: Mauricio Ríos García

Si a partir del momento en que el socialismo consiguió el poder a usted le preocupó la gestión del Gobierno o el Banco Central sobre la inflación o la deflación, le plantearemos una idea de por qué insisten en tratar este tema de una manera tan displicente, y cómo es que la falsa doctrina de moda no garantiza una economía estable.

La actual política monetaria y el camino hacia la completa planificación están orientados al inicio de la inundación del crédito barato. El Banco Central acaba de poner en vigencia un nuevo reglamento de encaje legal que reduce las tasas de un 12 a un 6%, con la idea de "liberar recursos para préstamos (solamente en bolivianos) y que las tasas de interés sean menos elevadas".

¿Quiénes son los que realmente necesitan ese crédito barato? Aunque el emprendedor desea montar un nuevo negocio, u otra persona quiere vender su casa a un mejor precio, no son ellos quienes más lo necesitan, sino los políticos.

El primer objetivo es el de garantizar la campaña. Es por esto que los defensores del control público no pueden prescindir de la inflación a fin de financiar su política de derroche. El efecto inflacionario (o deflacionario en este caso) es un buen pretexto para implantar el control de precios e ir implementando la más abusiva planificación de las cuentas de unos individuos por otros.

El segundo paso es aún más perverso, pues se trata de la propaganda subversiva. Ya que la economía de mercado la asumen sin planes, o porque el dinero es el medio de cambio comúnmente aceptado, cuya esfera de acción es la de las transacciones mercantiles efectuadas por individuos basándose en la propiedad privada de los medios de producción y la división del trabajo, ésta debe ser unánimemente condenada, para que más tarde la confiscación de todas las rentas de una cuantía superior a la que consideran justa aquellos que tienen una renta menor, gradualmente sea una realidad.

Es lo que predican los zares económicos al servicio de la conspiración contra la democracia y la libertad, aquellos que recetan el expansionismo, el dinero de curso forzoso y la manipulación del sistema monetario y crediticio como el medio más seguro para alcanzar la prosperidad, aquellos que acusan al comercio de especular con las consecuencias de la inflación.

Lo lógico en tiempos de crisis (porque el blindaje es sólo de papel), es ahorrar o ajustarse el cinturón, y así todo el ahorro que la economía privada estuvo generando, pueda convertirse en crédito destinado a financiar la recuperación, o a asumir un mayor impacto recesivo, pero si lo que se quiere es una economía estable, la reconstrucción monetaria presupone ante todo la repudiación de las políticas inflacionistas.

Este sistema no admite -y nunca lo hará- que los últimos tres años y medio de gasto generarán déficit más temprano que tarde. Es cierto que hablan de poner fin a la inflación, pero es solamente una más de las distracciones fútiles a las que ya nos tienen acostumbrados. La manipulación monetaria es ahora el gran bulto debajo de la alfombra, y recurrirán a ella cuantas veces sea necesario.

http://www.eldeber.com.bo/2009/2009-09-03/vernotacolumnistas.php?id=090902235740