jueves, 28 de agosto de 2008

Actitud racional para dialogar

Mauricio Ríos García

Después de tres semanas de movilizaciones, una huelga de hambre, un paro cívico de 24 horas y varios puntos de bloqueo de carreteras, el Gobierno y el Consejo Nacional Democrático se abren –una vez más-, para otra opción de diálogo, pero con una condicionante: si este no es exitoso, el Presidente dicta un decreto de referendo para aprobar su proyecto de constitución.

Cuando el filósofo Karl Popper (1902 – 1994), comienza con sus estudios universitarios en la década de 1920, el mercado político estaba fugazmente dominado por la Viena Roja, momento en que se suma a las filas del partido comunista, organización a la que seis meses más tarde renunciaría por un episodio (“episodio de 1919”), que advirtió como riesgoso y que a sus cortos 17 años (recién finalizada la Primera Guerra Mundial), lo marcaría de por vida: la muerte de seis de sus compañeros en una revuelta ordenada por el partido, cuyas ordenes no se discuten.

En ese mismo año, Einstein ofrece una conferencia en Viena que terminaría de marcar el principio del pensamiento político de Popper: “El diálogo lleva a la paz, al progreso de nuestras ideas, al respeto al otro, a la revisión permanente de nuestros presupuestos y a la convivencia. Diálogo y racionalidad son allí uno solo, que no es una teoría más, sino el presupuesto de todas las teorías: la fe en la razón. La carencia de crítica en cambio, es ausencia de diálogo y conduce a la violencia y a la muerte”.

En 1942, ya exiliado en Nueva Zelanda por la amenaza del nacionalsocialismo de Hitler, Popper publica una obra considerada como básica para su filosofía política, La Miseria del Historicismo, donde acusa al totalitarismo de su época de tener como principales fuentes a Platón, Hegel y Marx.

El coloso de la filosofía liberal se propuso analizar las mentes que encierran los sistemas totalitarios, y denunció al fascismo y al comunismo como las dos caras de una misma moneda: como la rebelión contra la sociedad abierta, o como anhelo de volver a la seguridad de la sociedad cerrada; pero más allá de este punto hay algo aún más importante, que aunque la filosofía política de Karl Popper no se reduce a criticar a Marx, el eje central de su moral se funda en la oposición a todo tipo de revolución utópica y violenta, pues al momento en que ofrecía la conferencia “Tolerancia y responsabilidad intelectual” en 1984, afirmaría: “no matarás en nombre de una idea”.

Esto parece ser un mandato autoritario y contradictorio en la forma de pensar liberal, no obstante, se trata de la expresión más importante detrás de la actitud racional, aunque tal vez esta pueda expresarse de mejor manera al decir: “puede que estés en lo correcto y puede que yo esté equivocado, y aunque nuestra discusión no nos permita decidir quién está en lo correcto, podríamos esperar que el problema sea más claro para ambos, luego de la discusión”.

Los intelectuales, también dice Popper, han cometido muchas veces el más terrible de los crímenes: la justificación racional de la violencia. Las guerras son terribles, terribles son también la conciencia ciega de quienes dan las órdenes y de quienes las ejecutan, pero detrás de ellos siempre hay unos pocos intelectuales que han construido el marco teórico necesario para convencer a los pueblos y a sus líderes, de que la violencia era el camino.

Dicen que el proceso de paz es eso, un proceso donde se avanza o se retrocede, y en la medida en que no exista actitud racional para el diálogo, no sólo retrocederemos, sino que podríamos perder la fe en nuestra fuerza, la de la libertad, aquella que se pretende asfixiar con el miedo y el terror.

http://www.relial.org/Articulos/articuloDetalle.asp?Id=8110

http://www.lostiempos.com/noticias/29-08-08/29_08_08_pv5.php